English below, Italiano sotto
Europa, la vieja y fría Europa. Maltratada y deseada, generosa y diabólica, llena de esperanza y llena de odio; hay que decir que aterrizar en la nevada Bucarest fue un bonito puñetazo en el estómago. Europa, nos guste o no, siempre será nuestra casa. Allí Bogdan, con quien nos cruzamos en la tórrida Namibia, nos vino a recoger al aeropuerto y nos ayudó mucho logísticamente hablando cuando descubrimos que habíamos olvidado cosas importantes en África. Casi al mismo tiempo, Katy y Andrei nos dieron un recibimiento tan extraordinario que de golpe y porrazo destruyeron los falsos clichés que la ignorancia y sus medios de desinformación nos inculcan sobre Rumanía. Allí además de frío y nieve disfrutamos de mucha historia, de lugares míticos como Transilvania, de montañas llenas de osos y casas de madera centenarias, de iglesias con murales de ensueño, de coloridos pueblos zíngaros, de un trozo de Hungría en medio del país, de cementerios surrealistas y hasta de una primavera incipiente. Pero lo mejor de Rumanía, sin duda alguna, fueron sus gentes. Nunca fue un problema acampar, de hecho pocas veces usamos la tienda porque no fue necesario, casi siempre había un rinconcito disponible para dormir donde llegaba el calorcito del fuego. Simi nos protegió del hielo en Brasov y su madre Valeria, a quien casi pedimos que nos adoptara, en Toplita. Igualmente nos sentimos parte de la entrañable familia de Pali y Panni, en Gheorgheni y así sin quererlo fue en casi toda Rumanía. Creemos que nunca nos han regalado tantas cosas hechas en casa como en Rumanía (y también en Loznica, Serbia); mermeladas, la deliciosa zakuszka (ajvar en Serbia), queso… y como muestra, un botón: compramos una mermelada en Bucarest y la abrimos en Albania ya que en el camino usamos las que nos regalaron en el camino… sin palabras.
Entrar en el polvorín de los Balcanes ya estaba en la lista de los deseos desde hace muchos años. Aquellas guerras de los años noventa las vivimos desde la televisión y por la cercanía geográfica y su crueldad, marcaron nuestra juventud. Ahora queríamos sentir esas tierras y comprobar si las heridas ya habían cicatrizado. Parecería que poco a poco sí aunque en Serbia especialmente notamos mucha nostalgia de la era yugoslava de Tito, de cuando “la gente vivía bien y no faltaba de nada porque lo producían todo...” Tito construyó un castillo a base de diplomacia, inteligencia y mano dura, y cuando él murió el castillo se desplomó. Allí no hubo una “Transición a la española”, donde el franquismo nunca abandonó el poder y casi nada cambió; allí murió un régimen y nació otro completamente distinto. ¿Mejor? ¿Peor? El tiempo lo dirá.
Nos relajamos con Mili en su querida Belgrado y disfrutamos de un paréntesis de sol inolvidable cuando pedaleamos a lo largo del mítico y hermoso inmortal Drina gracias a Ivo Andric y su extraordinaria novela “Un puente sobre el Drina”. La heroica Sarajevo nos regaló un merecido descanso gracias a Oxana y su pequeño Timur donde además de reparar las bicis pudimos profundizar sobre su inhumano sitio de cuatro años, el mayor asedio desde la segunda guerra mundial, y nos maravillamos con su exotismo oriental. Srebrenica, a donde fuimos en silencio y sin saber dónde mirar, nos estremeció por su barbarie a sangre fría y por la hipocresía internacional de siempre. No vamos a entrar en la guerra de cifras de si fueron 8.000 o 3.500 los hombres apresados y exterminados en menos de 100 horas, o si fue un genocidio o un simple acto de venganza como alegan los serbios. Lo que pasó allí es injustificable y es vergonzoso el uso político de la tragedia. Por un lado muchos serbios niegan o minimizan lo que allí ocurrió y por el otro las principales potencias europeas, Israel y Estados Unidos se rasgan las vestiduras mientras callan como bellacos cuando ellos matan eso y mucho más en Irak, Afganistán, Siria, Libia o Palestina, por dar algunos ejemplos. O cuando el PP, PSOE y Ciudadanos en el estado español, se ríen de los más de 250.000 ejecutados en las cunetas por los franquitas durante y después de la guerra civil que provocaron con su golpe de estado. Dan asco. Todos.
Guerras aparte pedalear por Bosnia y Herzegovina fue como pedalear por tres países diferentes. Fue una sensación muy rara ya que nunca sabíamos realmente dónde estábamos y quién era quién. ¿Era serbio? ¿Musulmán? ¿Croata? En la República Srpska prácticamente sólo se veían banderas serbias, en la Federación de Bosnia y Herzegovina, bosnias y en la zona fronteriza con Croacia, croatas. Pero siempre hay minorías de unos que viven entre mayorías de los otros… Los tres grupos están destinados a entenderse, no les queda otra, y ahí están, intentándolo. Lo único que les vimos en común fueron sus espectaculares paisajes, con sus verdes montañas, sus ríos de colores turquesas y sus centenarios puentes de piedra como los de Visegrad, Mostar o Konjic. Bosnia y Herzegovina es pura belleza. De Croacia sólo vimos un trocito, el que va de Dubrovnik a Montenegro. Nos bastó. Dubrovnik es de una belleza irreal pero al mismo tiempo un espectacular nido de buitres, una trampa turística al más puro estilo de “Alí Baba y los 40 ladrones” que hizo que saliéramos de la ciudad admirándola pero sin mirar atrás. Y entramos con ganas en Montenegro, un pequeño país con unas montañas tremendas y unas playas que con un poco de inversión un día pueden llegar al nivel de sus vecinos mediterráneos. Pero por desgracia nos dimos cuenta que, como casi siempre, nuestro ritmo de viaje era demasiado lento como para llegar a Italia antes que los turistas del verano. De cara a las montañas tampoco invitaban mucho las tormentas monzónicas (con quienes desde hacía semanas habíamos “aprendido” a convivir) que caían a diario, así que decidimos sacrificar las montañas de Montenegro y Kosovo y para entrar en la vecina Albania bordeando el maravilloso lago Skadar.
Albania, que es otro de esos países que sufre los prejuicios de la ignorancia, nos recibió con alegría, sonrisas y una amabilidad infinita, algo que no siempre sucedió en tierras eslavas, especialmente en la zona de dominio croata. Fue tanta la antipatía que sufrimos allí que a Croacia no pensamos volver salvo que nos lleven drogados y atados. Porque si parece que les molesta verte… ¿para qué ir? Albania sin embargo nos devolvió la alegría del viaje y nos devolvió esas sensaciones que uno siente cuando te fundes felizmente con el paisanaje. Para nuestro asombro nos regalaban pan, o bebidas energéticas, o plátanos… A los albaneses sí les gustaba vernos y se preocupaban en hacérnoslo notar. Su hospitalidad venía directa del corazón y siempre acabábamos siendo los invitados de honor, o sea, siempre acabamos durmiendo en cama y siendo invitados a la cena y el desayuno. Albania, que por cierto es también hermosa, fue un regalo caído del cielo y una grata e inesperada sorpresa. Entramos a Macedonia para bordear el lago Ohrid y reentramos en Albania para llegar hasta Vlorë, desde donde embarcamos en un ferry que nos llevaría hasta el tacón de Italia, hasta Brindisi. Era finales de mayo y la Puglia, ese sur lejano y muchas veces ridiculizado por los estúpidos racistas del norte, era toda para nosotros.
Pero esa, será otra historia…(fotos debajo)
English
Europe, the old and cold Europe. Mistreated and desired, generous and diabolical, full of hope and full of hate; we have to admit that landing in snowy in Bucharest has been a nice slap in the face. Whether we like it or not, Europe will always be our home. Bogdan, who we had met in scorching hot Namibia, picked us up at the airport and helped us a lot with logistics when we realised that we had forgotten important things in Africa. At the same time Katy and Andrei welcomed us incredibly nicely and straight away destroyed all those clichés about Romania instilled in us by ignorance and its disinformation media. There, apart from cold and snow, we enjoyed a lot of history, legendary places like Transylvania, mountains full of bears and centuries old wooden houses, churches with incredible murals, coloured gypsy villages, a piece of Hungary in the middle of the country, surreal cemeteries and even an early spring. But the best of Romania, without any doubts, has been its people. Camping was never a problem; actually we used the tent just a few times because there was no need for it. Almost every night there was a little corner for us to sleep near the fire. Simi protected us from the cold in Brasov and her mum Valeria (we nearly asked her to adopt us) in Toplita. We also felt part of Pali´s and Panni´s super nice family in Gheorgheni and this was the case almost in the entire country. Never before did people give us so many homemade things like in Romania (and also in Loznica, Serbia): jams, delicious zakuszka (ajvar in Serbia), cheese…we can prove it with a story: we bought a jam in Bucharest and opened it up in Albania because on the road we always ate the homemade ones given to us by people…speechless.
To visit the powder keg of the Balkans was on our bucket list since years. In the 90s we lived those wars through TV and because of the geographic proximity and their cruelty they left a mark on our youth. Now we wanted to experience these lands and verify whether the wounds had healed in the meantime. Slowly it seems they did, even if especially in Serbia we noticed a lot of nostalgia for Tito´s Yugoslavia, when “people lived well and there was everything because the country produced it…” Tito had built a castle out of diplomacy, intelligence and firm hand and when he died, the castle collapsed. There was no “transition like in Spain”, where the Franco regime never left power and nothing really changed; in Yugoslavia a regime died and a completely different one was born. Better? Worse? Only time will tell.
We relaxed with Mili in his beloved Belgrade and enjoyed unforgettable days of sun cycling along the legendary and beautiful Drina river, made immortal by Ivo Andric and its great novel “The bridge on the Drina”. We spent a few rest days in heroic Sarajevo thanks to Oxana and her little Timur. Apart from fixing the bicycles, we had the chance to learn more about its inhuman 4 years siege, the longest one after World War II, and we were surprised by its oriental exoticism. Srebrenica, where we went in silence and distressed, made us shiver because of its cold blooded brutality and the usual international hypocrisy. We don´t want to enter the war of figures, whether it was 8.000 or 3.500 men who had been taken away and exterminated in less than 100 hours, if it was a genocide or a simple revenge act like the Serbs allege. What happened there is unjustifiable and the political use of this tragedy is a disgrace. On one side many Serbs deny or minimize what happened there and on the other side the biggest European powers, Israel and the United States throw up their hands in horror while they shut up like villains when they kill even more in Iraq, Afghanistan, Syria, Libya and Palestine, for example. Or when the PP, PSOE and Ciudadanos in the Spanish State laugh about 250.000 people executed in ditches by the Francoists during and after the Civil War they provoked with their coup d´etat. They are disgusting. All of them.
Apart from wars, cycling in Bosnia and Herzegovina has been like cycling in three different countries. It was a very strange feeling because we never really knew where we were and who was who. Serb? Muslim? Croat? In the Republic of Srpska we basically only saw Serbian flags, in the Federation of Bosnia and Herzegovina we saw Bosnian flags and on the border with Croatia we only saw Croatian flags. But there are always minorities of a group living amongst the majority of the others…These three groups have to get along, there is no other way, and they are trying. The only thing we saw in common between them were the amazing landscapes with green mountains, turquoise rivers and centuries old stone bridges like the ones in Visegrad, Mostar or Konjic. Bosnia and Herzegovina is pure beauty. We only saw a little corner of Croatia, the one from Dubrovnik to Montenegro, and for us it was enough. Dubrovnik is incredibly beautiful but at the same time it is a spectacular tourist trap, in pure “Ali Baba and the 40 thieves” style. We left the city admiring it but without looking back. We entered Montenegro with enthusiasm; it is a little country with amazing mountains and some beaches that with a little bit of investment could reach the level of their Mediterranean neighbours. Unfortunately we realised that, as usual, we were travelling too slowly in order to get to Italy before of the invasion of summer tourists. The mountains were not too inviting anyway, considering the daily storms that already followed us since a few weeks. So we decided to sacrifice the mountains of Montenegro and Kosovo and enter the nearby Albania cycling along the beautiful Skadar Lake.
Albania, another country that suffers the prejudgments of ignorance, welcomed us with happiness, smiles and endless kindness, something that not always happened in Slavic lands, especially in the Croatian area. There they were so unkind to us, that we will never go back to Croatia, not even if they pay us. If they don´t seem happy to see us…why should we go there? Albania, however, gave us back the happiness of travelling and that beautiful feeling of really getting in touch with people. To our surprise, on the road they gave us bread, energetic drinks and bananas…Albanians were really happy to see us and they did everything they could to make that clear. Their hospitality came straight out of their heart and we always ended up being the VIP guests, sleeping in a bed and being invited for dinner and breakfast. Albania, which by the way is also beautiful, was a present fallen from heaven and a pleasant and unexpected surprise. We enter Macedonia to cycle along the Ohrid Lake and re-entered Albania to cycle all the way to Vlorë, from where we took a ferry to the heel of Italy, to Brindisi. It was the end of May and Puglia, the far South that many times is mocked by the stupid racists of the North, was all for us.
But this is another story… (pictures below)
Europa, la vieja y fría Europa. Maltratada y deseada, generosa y diabólica, llena de esperanza y llena de odio; hay que decir que aterrizar en la nevada Bucarest fue un bonito puñetazo en el estómago. Europa, nos guste o no, siempre será nuestra casa. Allí Bogdan, con quien nos cruzamos en la tórrida Namibia, nos vino a recoger al aeropuerto y nos ayudó mucho logísticamente hablando cuando descubrimos que habíamos olvidado cosas importantes en África. Casi al mismo tiempo, Katy y Andrei nos dieron un recibimiento tan extraordinario que de golpe y porrazo destruyeron los falsos clichés que la ignorancia y sus medios de desinformación nos inculcan sobre Rumanía. Allí además de frío y nieve disfrutamos de mucha historia, de lugares míticos como Transilvania, de montañas llenas de osos y casas de madera centenarias, de iglesias con murales de ensueño, de coloridos pueblos zíngaros, de un trozo de Hungría en medio del país, de cementerios surrealistas y hasta de una primavera incipiente. Pero lo mejor de Rumanía, sin duda alguna, fueron sus gentes. Nunca fue un problema acampar, de hecho pocas veces usamos la tienda porque no fue necesario, casi siempre había un rinconcito disponible para dormir donde llegaba el calorcito del fuego. Simi nos protegió del hielo en Brasov y su madre Valeria, a quien casi pedimos que nos adoptara, en Toplita. Igualmente nos sentimos parte de la entrañable familia de Pali y Panni, en Gheorgheni y así sin quererlo fue en casi toda Rumanía. Creemos que nunca nos han regalado tantas cosas hechas en casa como en Rumanía (y también en Loznica, Serbia); mermeladas, la deliciosa zakuszka (ajvar en Serbia), queso… y como muestra, un botón: compramos una mermelada en Bucarest y la abrimos en Albania ya que en el camino usamos las que nos regalaron en el camino… sin palabras.
Entrar en el polvorín de los Balcanes ya estaba en la lista de los deseos desde hace muchos años. Aquellas guerras de los años noventa las vivimos desde la televisión y por la cercanía geográfica y su crueldad, marcaron nuestra juventud. Ahora queríamos sentir esas tierras y comprobar si las heridas ya habían cicatrizado. Parecería que poco a poco sí aunque en Serbia especialmente notamos mucha nostalgia de la era yugoslava de Tito, de cuando “la gente vivía bien y no faltaba de nada porque lo producían todo...” Tito construyó un castillo a base de diplomacia, inteligencia y mano dura, y cuando él murió el castillo se desplomó. Allí no hubo una “Transición a la española”, donde el franquismo nunca abandonó el poder y casi nada cambió; allí murió un régimen y nació otro completamente distinto. ¿Mejor? ¿Peor? El tiempo lo dirá.
Nos relajamos con Mili en su querida Belgrado y disfrutamos de un paréntesis de sol inolvidable cuando pedaleamos a lo largo del mítico y hermoso inmortal Drina gracias a Ivo Andric y su extraordinaria novela “Un puente sobre el Drina”. La heroica Sarajevo nos regaló un merecido descanso gracias a Oxana y su pequeño Timur donde además de reparar las bicis pudimos profundizar sobre su inhumano sitio de cuatro años, el mayor asedio desde la segunda guerra mundial, y nos maravillamos con su exotismo oriental. Srebrenica, a donde fuimos en silencio y sin saber dónde mirar, nos estremeció por su barbarie a sangre fría y por la hipocresía internacional de siempre. No vamos a entrar en la guerra de cifras de si fueron 8.000 o 3.500 los hombres apresados y exterminados en menos de 100 horas, o si fue un genocidio o un simple acto de venganza como alegan los serbios. Lo que pasó allí es injustificable y es vergonzoso el uso político de la tragedia. Por un lado muchos serbios niegan o minimizan lo que allí ocurrió y por el otro las principales potencias europeas, Israel y Estados Unidos se rasgan las vestiduras mientras callan como bellacos cuando ellos matan eso y mucho más en Irak, Afganistán, Siria, Libia o Palestina, por dar algunos ejemplos. O cuando el PP, PSOE y Ciudadanos en el estado español, se ríen de los más de 250.000 ejecutados en las cunetas por los franquitas durante y después de la guerra civil que provocaron con su golpe de estado. Dan asco. Todos.
Guerras aparte pedalear por Bosnia y Herzegovina fue como pedalear por tres países diferentes. Fue una sensación muy rara ya que nunca sabíamos realmente dónde estábamos y quién era quién. ¿Era serbio? ¿Musulmán? ¿Croata? En la República Srpska prácticamente sólo se veían banderas serbias, en la Federación de Bosnia y Herzegovina, bosnias y en la zona fronteriza con Croacia, croatas. Pero siempre hay minorías de unos que viven entre mayorías de los otros… Los tres grupos están destinados a entenderse, no les queda otra, y ahí están, intentándolo. Lo único que les vimos en común fueron sus espectaculares paisajes, con sus verdes montañas, sus ríos de colores turquesas y sus centenarios puentes de piedra como los de Visegrad, Mostar o Konjic. Bosnia y Herzegovina es pura belleza. De Croacia sólo vimos un trocito, el que va de Dubrovnik a Montenegro. Nos bastó. Dubrovnik es de una belleza irreal pero al mismo tiempo un espectacular nido de buitres, una trampa turística al más puro estilo de “Alí Baba y los 40 ladrones” que hizo que saliéramos de la ciudad admirándola pero sin mirar atrás. Y entramos con ganas en Montenegro, un pequeño país con unas montañas tremendas y unas playas que con un poco de inversión un día pueden llegar al nivel de sus vecinos mediterráneos. Pero por desgracia nos dimos cuenta que, como casi siempre, nuestro ritmo de viaje era demasiado lento como para llegar a Italia antes que los turistas del verano. De cara a las montañas tampoco invitaban mucho las tormentas monzónicas (con quienes desde hacía semanas habíamos “aprendido” a convivir) que caían a diario, así que decidimos sacrificar las montañas de Montenegro y Kosovo y para entrar en la vecina Albania bordeando el maravilloso lago Skadar.
Albania, que es otro de esos países que sufre los prejuicios de la ignorancia, nos recibió con alegría, sonrisas y una amabilidad infinita, algo que no siempre sucedió en tierras eslavas, especialmente en la zona de dominio croata. Fue tanta la antipatía que sufrimos allí que a Croacia no pensamos volver salvo que nos lleven drogados y atados. Porque si parece que les molesta verte… ¿para qué ir? Albania sin embargo nos devolvió la alegría del viaje y nos devolvió esas sensaciones que uno siente cuando te fundes felizmente con el paisanaje. Para nuestro asombro nos regalaban pan, o bebidas energéticas, o plátanos… A los albaneses sí les gustaba vernos y se preocupaban en hacérnoslo notar. Su hospitalidad venía directa del corazón y siempre acabábamos siendo los invitados de honor, o sea, siempre acabamos durmiendo en cama y siendo invitados a la cena y el desayuno. Albania, que por cierto es también hermosa, fue un regalo caído del cielo y una grata e inesperada sorpresa. Entramos a Macedonia para bordear el lago Ohrid y reentramos en Albania para llegar hasta Vlorë, desde donde embarcamos en un ferry que nos llevaría hasta el tacón de Italia, hasta Brindisi. Era finales de mayo y la Puglia, ese sur lejano y muchas veces ridiculizado por los estúpidos racistas del norte, era toda para nosotros.
Pero esa, será otra historia…(fotos debajo)
English
Europe, the old and cold Europe. Mistreated and desired, generous and diabolical, full of hope and full of hate; we have to admit that landing in snowy in Bucharest has been a nice slap in the face. Whether we like it or not, Europe will always be our home. Bogdan, who we had met in scorching hot Namibia, picked us up at the airport and helped us a lot with logistics when we realised that we had forgotten important things in Africa. At the same time Katy and Andrei welcomed us incredibly nicely and straight away destroyed all those clichés about Romania instilled in us by ignorance and its disinformation media. There, apart from cold and snow, we enjoyed a lot of history, legendary places like Transylvania, mountains full of bears and centuries old wooden houses, churches with incredible murals, coloured gypsy villages, a piece of Hungary in the middle of the country, surreal cemeteries and even an early spring. But the best of Romania, without any doubts, has been its people. Camping was never a problem; actually we used the tent just a few times because there was no need for it. Almost every night there was a little corner for us to sleep near the fire. Simi protected us from the cold in Brasov and her mum Valeria (we nearly asked her to adopt us) in Toplita. We also felt part of Pali´s and Panni´s super nice family in Gheorgheni and this was the case almost in the entire country. Never before did people give us so many homemade things like in Romania (and also in Loznica, Serbia): jams, delicious zakuszka (ajvar in Serbia), cheese…we can prove it with a story: we bought a jam in Bucharest and opened it up in Albania because on the road we always ate the homemade ones given to us by people…speechless.
To visit the powder keg of the Balkans was on our bucket list since years. In the 90s we lived those wars through TV and because of the geographic proximity and their cruelty they left a mark on our youth. Now we wanted to experience these lands and verify whether the wounds had healed in the meantime. Slowly it seems they did, even if especially in Serbia we noticed a lot of nostalgia for Tito´s Yugoslavia, when “people lived well and there was everything because the country produced it…” Tito had built a castle out of diplomacy, intelligence and firm hand and when he died, the castle collapsed. There was no “transition like in Spain”, where the Franco regime never left power and nothing really changed; in Yugoslavia a regime died and a completely different one was born. Better? Worse? Only time will tell.
We relaxed with Mili in his beloved Belgrade and enjoyed unforgettable days of sun cycling along the legendary and beautiful Drina river, made immortal by Ivo Andric and its great novel “The bridge on the Drina”. We spent a few rest days in heroic Sarajevo thanks to Oxana and her little Timur. Apart from fixing the bicycles, we had the chance to learn more about its inhuman 4 years siege, the longest one after World War II, and we were surprised by its oriental exoticism. Srebrenica, where we went in silence and distressed, made us shiver because of its cold blooded brutality and the usual international hypocrisy. We don´t want to enter the war of figures, whether it was 8.000 or 3.500 men who had been taken away and exterminated in less than 100 hours, if it was a genocide or a simple revenge act like the Serbs allege. What happened there is unjustifiable and the political use of this tragedy is a disgrace. On one side many Serbs deny or minimize what happened there and on the other side the biggest European powers, Israel and the United States throw up their hands in horror while they shut up like villains when they kill even more in Iraq, Afghanistan, Syria, Libya and Palestine, for example. Or when the PP, PSOE and Ciudadanos in the Spanish State laugh about 250.000 people executed in ditches by the Francoists during and after the Civil War they provoked with their coup d´etat. They are disgusting. All of them.
Apart from wars, cycling in Bosnia and Herzegovina has been like cycling in three different countries. It was a very strange feeling because we never really knew where we were and who was who. Serb? Muslim? Croat? In the Republic of Srpska we basically only saw Serbian flags, in the Federation of Bosnia and Herzegovina we saw Bosnian flags and on the border with Croatia we only saw Croatian flags. But there are always minorities of a group living amongst the majority of the others…These three groups have to get along, there is no other way, and they are trying. The only thing we saw in common between them were the amazing landscapes with green mountains, turquoise rivers and centuries old stone bridges like the ones in Visegrad, Mostar or Konjic. Bosnia and Herzegovina is pure beauty. We only saw a little corner of Croatia, the one from Dubrovnik to Montenegro, and for us it was enough. Dubrovnik is incredibly beautiful but at the same time it is a spectacular tourist trap, in pure “Ali Baba and the 40 thieves” style. We left the city admiring it but without looking back. We entered Montenegro with enthusiasm; it is a little country with amazing mountains and some beaches that with a little bit of investment could reach the level of their Mediterranean neighbours. Unfortunately we realised that, as usual, we were travelling too slowly in order to get to Italy before of the invasion of summer tourists. The mountains were not too inviting anyway, considering the daily storms that already followed us since a few weeks. So we decided to sacrifice the mountains of Montenegro and Kosovo and enter the nearby Albania cycling along the beautiful Skadar Lake.
Albania, another country that suffers the prejudgments of ignorance, welcomed us with happiness, smiles and endless kindness, something that not always happened in Slavic lands, especially in the Croatian area. There they were so unkind to us, that we will never go back to Croatia, not even if they pay us. If they don´t seem happy to see us…why should we go there? Albania, however, gave us back the happiness of travelling and that beautiful feeling of really getting in touch with people. To our surprise, on the road they gave us bread, energetic drinks and bananas…Albanians were really happy to see us and they did everything they could to make that clear. Their hospitality came straight out of their heart and we always ended up being the VIP guests, sleeping in a bed and being invited for dinner and breakfast. Albania, which by the way is also beautiful, was a present fallen from heaven and a pleasant and unexpected surprise. We enter Macedonia to cycle along the Ohrid Lake and re-entered Albania to cycle all the way to Vlorë, from where we took a ferry to the heel of Italy, to Brindisi. It was the end of May and Puglia, the far South that many times is mocked by the stupid racists of the North, was all for us.
But this is another story… (pictures below)
Italiano
Europa, la vecchia e fredda Europa, maltrattata e desiderata, generosa e diabolica, piena di speranza e piena di odio; c’è da dire che atterrare nella nevosa Bucarest é stato un bel pugno allo stomaco. L’Europa, ci piaccia o no, sarà sempre la nostra casa. Bogdan, che avevamo conosciuto nella torrida Namibia, ci è venuti a prendere all’aeroporto e ci ha aiutato moltissimo dal punto di vista logistico, quando ci siamo resi conto di aver dimenticato cose importanti in Africa. Quasi allo stesso tempo, Katy e Andrei ci hanno accolti in un modo talmente straordinario da distruggere in un sol colpo tutti i falsi cliché che l'ignoranza ed i suoi mezzi di disinformazione ci inculcano sulla Romania. Qui, oltre a freddo e neve, ci siamo goduti moltissima storia, luoghi mitici come la Transilvania, montagne piene di orsi e di case di legno centenarie, chiese con affreschi da sogno, coloratissimi villaggi zingari, un pezzo di Ungheria nel mezzo del paese, cimiteri surreali e anche una primavera anticipata. Ma la cosa migliore della Romania, senza nessun dubbio, è stata la sua gente. Non è mai stato un problema accampare; in effetti abbiamo usato la tenda davvero poche volte perché non è stato necessario. Quasi sempre c’era un angolino disponibile per dormire vicino al calduccio del fuoco. Simi ci ha protetti dal ghiaccio a Brasov e sua mamma Valeria (a cui abbiamo quasi chiesto di adottarci) a Toplita. Allo stesso modo ci siamo sentiti parti della carinissima famiglia di Pali e Panni a Gheorgheni, e così è stato in quasi tutta la Romania. Crediamo che non ci abbiano mai regalato così tante cose fatte in casa come in Romania (ed anche a Loznica, in Serbia): marmellate, deliziosa zakuska (ajvar in Serbia), formaggio...e come prova, vi basti sapere che una marmellata che avevamo comprato a Bucarest l’abbiamo aperta in Albania, perché nel viaggio continuavamo a mangiare quelle regalate...senza parole.
Entrare nella polveriera dei Balcani era nella lista dei nostri desideri già da molti anni. Quelle guerre degli anni 90 le abbiamo vissute attraverso la televisione e a causa della loro vicinanza e crudeltà hanno segnato la nostra giovinezza. Ora volevamo viverle, quelle terre, e verificare se le ferite si fossero già cicatrizzate. Sembrerebbe che poco a poco sí, anche se specialmente in Serbia abbiamo notato molta nostalgia per l´epoca della Jugoslavia di Tito, quando “la gente viveva bene e non mancava nulla perché veniva prodotto tutto...” Tito aveva costruito un castello a base di diplomazia, intelligenza e mano pesante, e quando è morto il castello è crollato. Lí non c’è stata nessuna “transizione alla spagnola”, in cui il franchismo non ha mai abbandonato il potere e quasi nulla è cambiato; in Jugoslavia è morto un regime e ne è nato un altro completamente diverso. Migliore? Peggiore? Solo il tempo lo dirà.
Ci siamo rilassati con Mili nella sua amata Belgrado e ci siamo goduti una parentesi di sole indimenticabile pedalando lungo il mitico e bellissimo fiume Drina, reso immortale dalla straordinaria novella “Il ponte sul Drina” di Ivo Andric. L´eroica Sarajevo ci ha regalato un meritato riposo grazie ad Oxana ed il suo piccolo Timur. Oltre a riparare le biciclette, abbiamo potuto approfondire la nostra conoscenza sul disumano assedio alla cittá durato 4 anni, il piú lungo dopo la seconda guerra mondiale, e ci siamo meravigliati del suo esotismo orientale. Srebrenica, dove siamo andati in silenzio e con un sentimento di soggezione, ci ha scossi per la barbarie a sangue freddo e per la solita ipocrisia internazionale. Non vogliamo entrare nella guerra di cifre sul fatto se fossero stati 8.000 o 3.500 gli uomini catturati e sterminati in meno di 100 ore, o se sia stato un genocidio oppure un semplice atto di vendetta come sostengono i serbi. Ció che é successo lì è ingiustificabile e l’uso politico della tragedia é vergognoso. Da un lato molti serbi negano o minimizzano l´accaduto e dall'altro le principali potenze europee, Israele e gli Stati Uniti gridano allo scandalo mentre tacciono come canaglie quando sono loro stessi ad uccidere nella stessa misura o anche molto di più in Iraq, Afganistan, Siria, Libia o Palestina, per fare alcuni esempi. O quando il PP, PSOE e Ciudadanos nello Stato Spagnolo ridono delle oltre 250.000 persone giustiziate nelle fosse dai franchisti durante e dopo la guerra civile provocata dal loro colpo di stato. Fanno schifo. Tutti.
Guerre a parte, pedalare nella Bosnia e Erzegovina è stato come pedalare in tre paesi differenti. É stata una sensazione molto strana perché non eravamo mai certi di dove ci trovassimo e di chi fosse chi. Serbo? Musulmano? Croato? Nella Repubblica Srpska praticamente si vedevano solo bandiere serbe, nella Federazione di Bosnia e Erzegovina bandiere bosniache e nella zona di frontiera con la Croazia bandiere croate. Però ci sono sempre minoranze, da una parte e dall´altra, che vivono tra la maggioranza... i tre gruppi sono destinati ad andare d´accordo, non possono fare altrimenti, e ci stanno tentando. L’unica cosa che abbiamo trovato in comune fra loro sono stati i paesaggi splendidi con le montagne verdi, i fiumi di colore turchese ed i ponti di pietra centenari come quelli di Visegrad, Mostar o Konjic. La Bosnia e Erzegovina è pura bellezza. Della Croazia abbiamo visto solamente un angolino, quello che va da Dubrovnik al Montenegro. Ci é stato più che sufficiente. Dubrovnik è di una bellezza irreale ma allo stesso tempo è anche un eccezionale nido di avvoltoi, una trappola turistica stile “Alì Babà e i quaranta ladroni” che ci ha fatti lasciare la città ammirandola ma senza guardarci indietro. Siamo entrati con molto entusiasmo in Montenegro, un paese piccolino con delle montagne incredibili e delle spiagge che con un po’ di investimento potrebbero arrivare al livello dei suoi vicini mediterranei. Però, sfortunatamente, ci siamo resi conto che come al solito il nostro ritmo di viaggio era troppo lento per arrivare in Italia prima della valanga di turisti estivi. D´altro canto anche le montagne non erano molto invitanti, visti i diluvi universali giornalieri con cui stavamo convivendo giá da settimane. Cosí, abbiamo deciso di sacrificare le montagne del Montenegro del Kosovo per entrare nella vicina Albania pedalando lungo l´incantevole lago Skadar.
L’Albania, che è un altro di quei paesi che soffre dei pregiudizi dovuti all’ignoranza, ci ha accolti con allegria, sorrisi ed un´amabilità infinita, cosa che non sempre è successa nelle terre slave, specialmente nella zona di dominio croato. Sono stati talmente antipatici con noi in Croazia che non ci sfiora nemmeno l’idea di tornarci, neanche se ci pagassero. Se si ha l´impressione di dar fastidio...perché andarci? L’Albania invece ci ha restituito l’allegria del viaggio e quella sensazione che si prova quando ci si mescola felicemente con l´ambiente. Con nostra sorpresa, per strada ci hanno regalato pane, bibite energetiche, banane...Gli albanesi sì che erano contenti di vederci e si preoccupavano in tutti i modi per farcelo notare. La loro ospitalità veniva direttamente dal cuore e venivamo sempre trattati come gli ospiti d’onore, finendo per dormire in un letto ed invitati a cena e colazione. L'Albania, che fra l'altro è anche bellissima, é stata un regalo caduto dal cielo ed una gradevole ed inaspettata sorpresa. Siamo entrati in Macedonia per pedalare intorno al lago Ohrid e siamo rientrati in Albania per arrivare fino a Vlorë, da dove abbiamo preso un traghetto che ci avrebbe portati fino al tacco dell’Italia, a Brindisi. Era la fine di maggio e la Puglia, quel meridione lontano e spesso preso in giro dagli stupidi razzisti del nord, era tutta per noi.
Peró questa é un´altra storia...
Europa, la vecchia e fredda Europa, maltrattata e desiderata, generosa e diabolica, piena di speranza e piena di odio; c’è da dire che atterrare nella nevosa Bucarest é stato un bel pugno allo stomaco. L’Europa, ci piaccia o no, sarà sempre la nostra casa. Bogdan, che avevamo conosciuto nella torrida Namibia, ci è venuti a prendere all’aeroporto e ci ha aiutato moltissimo dal punto di vista logistico, quando ci siamo resi conto di aver dimenticato cose importanti in Africa. Quasi allo stesso tempo, Katy e Andrei ci hanno accolti in un modo talmente straordinario da distruggere in un sol colpo tutti i falsi cliché che l'ignoranza ed i suoi mezzi di disinformazione ci inculcano sulla Romania. Qui, oltre a freddo e neve, ci siamo goduti moltissima storia, luoghi mitici come la Transilvania, montagne piene di orsi e di case di legno centenarie, chiese con affreschi da sogno, coloratissimi villaggi zingari, un pezzo di Ungheria nel mezzo del paese, cimiteri surreali e anche una primavera anticipata. Ma la cosa migliore della Romania, senza nessun dubbio, è stata la sua gente. Non è mai stato un problema accampare; in effetti abbiamo usato la tenda davvero poche volte perché non è stato necessario. Quasi sempre c’era un angolino disponibile per dormire vicino al calduccio del fuoco. Simi ci ha protetti dal ghiaccio a Brasov e sua mamma Valeria (a cui abbiamo quasi chiesto di adottarci) a Toplita. Allo stesso modo ci siamo sentiti parti della carinissima famiglia di Pali e Panni a Gheorgheni, e così è stato in quasi tutta la Romania. Crediamo che non ci abbiano mai regalato così tante cose fatte in casa come in Romania (ed anche a Loznica, in Serbia): marmellate, deliziosa zakuska (ajvar in Serbia), formaggio...e come prova, vi basti sapere che una marmellata che avevamo comprato a Bucarest l’abbiamo aperta in Albania, perché nel viaggio continuavamo a mangiare quelle regalate...senza parole.
Entrare nella polveriera dei Balcani era nella lista dei nostri desideri già da molti anni. Quelle guerre degli anni 90 le abbiamo vissute attraverso la televisione e a causa della loro vicinanza e crudeltà hanno segnato la nostra giovinezza. Ora volevamo viverle, quelle terre, e verificare se le ferite si fossero già cicatrizzate. Sembrerebbe che poco a poco sí, anche se specialmente in Serbia abbiamo notato molta nostalgia per l´epoca della Jugoslavia di Tito, quando “la gente viveva bene e non mancava nulla perché veniva prodotto tutto...” Tito aveva costruito un castello a base di diplomazia, intelligenza e mano pesante, e quando è morto il castello è crollato. Lí non c’è stata nessuna “transizione alla spagnola”, in cui il franchismo non ha mai abbandonato il potere e quasi nulla è cambiato; in Jugoslavia è morto un regime e ne è nato un altro completamente diverso. Migliore? Peggiore? Solo il tempo lo dirà.
Ci siamo rilassati con Mili nella sua amata Belgrado e ci siamo goduti una parentesi di sole indimenticabile pedalando lungo il mitico e bellissimo fiume Drina, reso immortale dalla straordinaria novella “Il ponte sul Drina” di Ivo Andric. L´eroica Sarajevo ci ha regalato un meritato riposo grazie ad Oxana ed il suo piccolo Timur. Oltre a riparare le biciclette, abbiamo potuto approfondire la nostra conoscenza sul disumano assedio alla cittá durato 4 anni, il piú lungo dopo la seconda guerra mondiale, e ci siamo meravigliati del suo esotismo orientale. Srebrenica, dove siamo andati in silenzio e con un sentimento di soggezione, ci ha scossi per la barbarie a sangue freddo e per la solita ipocrisia internazionale. Non vogliamo entrare nella guerra di cifre sul fatto se fossero stati 8.000 o 3.500 gli uomini catturati e sterminati in meno di 100 ore, o se sia stato un genocidio oppure un semplice atto di vendetta come sostengono i serbi. Ció che é successo lì è ingiustificabile e l’uso politico della tragedia é vergognoso. Da un lato molti serbi negano o minimizzano l´accaduto e dall'altro le principali potenze europee, Israele e gli Stati Uniti gridano allo scandalo mentre tacciono come canaglie quando sono loro stessi ad uccidere nella stessa misura o anche molto di più in Iraq, Afganistan, Siria, Libia o Palestina, per fare alcuni esempi. O quando il PP, PSOE e Ciudadanos nello Stato Spagnolo ridono delle oltre 250.000 persone giustiziate nelle fosse dai franchisti durante e dopo la guerra civile provocata dal loro colpo di stato. Fanno schifo. Tutti.
Guerre a parte, pedalare nella Bosnia e Erzegovina è stato come pedalare in tre paesi differenti. É stata una sensazione molto strana perché non eravamo mai certi di dove ci trovassimo e di chi fosse chi. Serbo? Musulmano? Croato? Nella Repubblica Srpska praticamente si vedevano solo bandiere serbe, nella Federazione di Bosnia e Erzegovina bandiere bosniache e nella zona di frontiera con la Croazia bandiere croate. Però ci sono sempre minoranze, da una parte e dall´altra, che vivono tra la maggioranza... i tre gruppi sono destinati ad andare d´accordo, non possono fare altrimenti, e ci stanno tentando. L’unica cosa che abbiamo trovato in comune fra loro sono stati i paesaggi splendidi con le montagne verdi, i fiumi di colore turchese ed i ponti di pietra centenari come quelli di Visegrad, Mostar o Konjic. La Bosnia e Erzegovina è pura bellezza. Della Croazia abbiamo visto solamente un angolino, quello che va da Dubrovnik al Montenegro. Ci é stato più che sufficiente. Dubrovnik è di una bellezza irreale ma allo stesso tempo è anche un eccezionale nido di avvoltoi, una trappola turistica stile “Alì Babà e i quaranta ladroni” che ci ha fatti lasciare la città ammirandola ma senza guardarci indietro. Siamo entrati con molto entusiasmo in Montenegro, un paese piccolino con delle montagne incredibili e delle spiagge che con un po’ di investimento potrebbero arrivare al livello dei suoi vicini mediterranei. Però, sfortunatamente, ci siamo resi conto che come al solito il nostro ritmo di viaggio era troppo lento per arrivare in Italia prima della valanga di turisti estivi. D´altro canto anche le montagne non erano molto invitanti, visti i diluvi universali giornalieri con cui stavamo convivendo giá da settimane. Cosí, abbiamo deciso di sacrificare le montagne del Montenegro del Kosovo per entrare nella vicina Albania pedalando lungo l´incantevole lago Skadar.
L’Albania, che è un altro di quei paesi che soffre dei pregiudizi dovuti all’ignoranza, ci ha accolti con allegria, sorrisi ed un´amabilità infinita, cosa che non sempre è successa nelle terre slave, specialmente nella zona di dominio croato. Sono stati talmente antipatici con noi in Croazia che non ci sfiora nemmeno l’idea di tornarci, neanche se ci pagassero. Se si ha l´impressione di dar fastidio...perché andarci? L’Albania invece ci ha restituito l’allegria del viaggio e quella sensazione che si prova quando ci si mescola felicemente con l´ambiente. Con nostra sorpresa, per strada ci hanno regalato pane, bibite energetiche, banane...Gli albanesi sì che erano contenti di vederci e si preoccupavano in tutti i modi per farcelo notare. La loro ospitalità veniva direttamente dal cuore e venivamo sempre trattati come gli ospiti d’onore, finendo per dormire in un letto ed invitati a cena e colazione. L'Albania, che fra l'altro è anche bellissima, é stata un regalo caduto dal cielo ed una gradevole ed inaspettata sorpresa. Siamo entrati in Macedonia per pedalare intorno al lago Ohrid e siamo rientrati in Albania per arrivare fino a Vlorë, da dove abbiamo preso un traghetto che ci avrebbe portati fino al tacco dell’Italia, a Brindisi. Era la fine di maggio e la Puglia, quel meridione lontano e spesso preso in giro dagli stupidi razzisti del nord, era tutta per noi.
Peró questa é un´altra storia...
Con nieve, hielo y mucho frío, así nos recibió Europa. This is how Europe welcomed us: with snow, ice and a lot of cold. Ecco come ci ha accolti l´Europa: con neve, ghiaccio e molto freddo. |
En esa casa vivió el empalador más famoso de la historia. In this house lived the most famous impaler of all times. In questa casa ha vissuto l´impalatore piú famoso di tutta la storia. |
Típica puerta de la zona húngara. A traditional door in the Hungarian part of the country. Una porta tipica della zona ungherese. |
Belgrado. Monumento a la victoria contra el fascismo. Tito fue un azote tanto para los nazis como para los fascistas italianos y solo por esto, nuestro mayor de los respetos.
Belgrade. Monument to the victory against fascism. Tito was a scourge as much for the Nazis as for the Italian fascists, and this is enough to have all our respect.
Belgrado. Monumento alla vittoria contro il fascismo. Tito é stato un flagello tanto per i nazisti che per i fascisti italiani e ció é sufficiente per meritare tutto il nostro rispetto.
Ojo al acampar, territorio minado. Bosnia y Herzegovina. Be careful with camping, there are mines. Bosnia and Herzegovina. Attenzione con le accampate, il territorio é minato. Bosnia e Erzegovina. |
¡Sarajevo! ¡Qué ciudad tan bonita y qué ejemplo de resistencia! Sarajevo! What a beautiful city and what an example of resistance! Sarajevo! Che cittá meravigliosa e che esempio di resistenza! |
Café bosnio. En realidad es turco. Bosnian coffee. In reality it is Turkish. Caffé bosniaco. In realtá é turco. |
Mostar |
Las murallas y centro histórico de Dubrovnik. Dubrovink´s walls and historic centre. Le mura ed il centro storico di Dubrovnik. |
Montenegro, Bahía de Kotor. Tocará mojarse. Montenegro, Kotor Bay. We´ll have to get wet. Montenegro, Baia di Kotor. Ci toccherá bagnarci. |
Maravillosos bosques de castaños en nuestro camino a Albania. Wonderful chestnut forests on our way to Albania. Meravigliosi boschi di castagni lungo il nostro cammino verso l´Albania. |
Lago Ohrid, Macedonia. |
Mucha montaña, muchos ríos y mucha paz en Albania. A lot of mountains, a lot of rivers and a lot of peace in Albania. Tante montagne, tanti fiumi e tanta pace in Albania. |